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The Happiness of the Katakuris

Título original:
Katakuri-ke no Kofuku
Año:
(2002)
Director:
Takashi Miike
Intérpretes:
Kenji Sawada
Keiko Matsuzaka
Naomi Nishida
Tetsuro Tamba
Shinji Takeda
Kiyoshiro Imawano
Naoto Takenaka

Masao Katakuri (Kenji Sawada) cumple el sueño de su vida de regentar una casa de huéspedes en las montañas con la ayuda de toda su familia: su mujer Terue (Keiko Matsuzaka), su padre Jinpei (Tetsuro Tamba), quien tiene una peculiar manera de matar cuervos lanzándoles palos, y, muy a regañadientes, por su hijo Masayuki (Shinji Takeda), quien ha pasado un tiempo en la cárcel por malversación de fondos, e hija Shizue (Naomi Nishida), divorciada, con una hija y buscando desesperadamente a un hombre. Pero para completar su éxito, Masao necesita que el gobierno siga adelante con el proyecto de construir una autopista no muy lejos de donde "La Posada de los Amantes Blancos" se encuentra.
Hasta que ésto se lleve acabo, la familia espera pacientemente la llegada de sus primeros huéspedes. Cuando éstos empiezan a llegar, la familia Kataruri descubre que los huéspedes tienen la mala costumbre de acabar muriendo en la posada. Para mantener el negocio a flote y evitar la mala publicidad, los Katakuri deciden convertir el jardín trasero en un pequeño cementerio donde depositan los cuerpos de sus huéspedes. Para empeorar las cosas, Shizue se enamora de un playboy, Richard Sawada (Kiyoshiro Imawano, quizás el personaje, junto con el de Tetsuro Tamba, más interesante intentando pasarse por un gaijin [forastero] tratando de hablar en un mal japonés. También decir que Iwamano y Kenji Sawada son los únicos actores con experiencia musical en el largometraje. Iwamano formó duo con el más famoso Ryuchi Sakamoto en los años 80), quien se hace pasar por un oficial de la marina británica y pariente de la familia real, con intenciones de estafar a los Katakuris.

Si la sinopsis apunta (y la primera escena, como comentaré más adelante, promete seguir este razonamiento) a un trabajo interesante y divertido, con la firma del casi siempre original Takashi Miike, la verdad es que las expectativas creadas por la historia no llegan a materializarse. THE HAPPINESS OF THE KATAKURIS es un intento fallido, por parte del director japonés más popular del momento, en abordar otro de los grandes géneros cinemáticos: el musical. THE HAPPINESS OF THE KATAKURIS está basada en una comedia surcoreana QUIET FAMILY, la cual resultó muy exitosa en su país de origen.

Unos de los aspectos negativos de la versión que hace Miike es su previsibilidad, un pecado enorme si hablamos de un trabajo de este director, siempre dispuesto a sorprender. Si el primero de los clientes que muere y el número musical que comienza, cuando los Katakuri lo descubren en el suelo, con la llave de la habitación atravesada en su cuello, es hasta cierto punto interesante y original, a partir de aquí uno ya se puede imaginar lo que va a suceder con los siguientes huéspedes. De esta forma, cuando vemos a un luchador de sumo agarrado a un delicada y frágil colegiala, caminando en dirección hacia la posada, el resto resulta demasiado obvio.

Los números musicales tampoco tienen mucho de especial (Woody Allen, por ejemplo, ha abordado el género musical [Everybody Says I Love You] de una manera mucho más imaginativa y, de hecho, Miike usa las ideas del número entre Woody Allen y Goldie Hawn en París para la secuencia del encuentro entre Shizue Katakuri y Richard Sawada). Estoy seguro que la audiencia japonesa disfrutarán más de ciertos números, como el que protagoniza Masao Katakuri (quien en la vida real fue un famosísimo cantante de pop-rock en los setenta y ochenta) y su esposa, el cual es una especie de versión karaoke de una canción enka (música popular japonesa) con el tema del soldado retornado. Otra canción que mantiene cierto interés es una divertida parodia del video de Michael Jackson Thriller, donde los huéspedes se levantan de sus tumbas todo cabreados y vemos a la nieta de Masao pidiéndoles perdón.

Mi primera impresión, cuando ví THE HAPPINESS OF THE KATAKURIS en el festival de cine de terror de Londres The Lupo FrightFest 2002, fue que podría ser vista por cualquiera, niños y adultos, por lo menos en Japón. No leí de que iba la historia, aunque ya sabía de antemano que se trataba de una especie de musical, pero si la hubiera leído me habría esperado algo diferente. Una vez que conoces la trama piensas: Ésto es algo que le va de perlas a alguien como Takashi Miike. Desafortunamente el resultado es menos pervertido e impactante de lo esperado. Y éste no es el mayor de los problemas sino que da la impresión de que a Miike se le han agotado las ideas (vease la reseña de DEAD OR ALIVE 3: FINAL), por lo menos en esta película, ya que le falta algo de inspiración y de escenas con clase, en una largometraje que por lo general es muy rutinario.

Aunque la encontré, en su casi totalidad, un poco decepcionante, es cierto que posee algunos momentos de ingenio, no demasiados, como el uso que hace de claymation (animación de plastilina) en escenas que de otra manera hubieran sido muy costosas, como la erupción de un volcán al final del film. La primera secuencia (la cual no guarda ningún tipo de relación con el resto de la historia o eso es lo que parece) de THE HAPPINESS OF THE KATAKURIS es quizás de lo mejor en toda la cinta. Ocurre en un restaurante donde una mujer, sentada a una mesa, está tomando su sopa, cuando de repente, un hombrecillo de plastilina emerge de la sopa, sube a la boca de ésta arrancándole la campanilla. Más tarde, el hombrecillo es devorado por una ave rapaz, ésta pone un huevo y el hombrecillo reaparece de nuevo tras romper el cascarón para ser devorado otra vez por otra ave: ¡completamente surrealista!. Esta cadena alimenticia sirve de contrapunto al discurso de la pequeña de la famila sobre la supervivencia de la raza humana al final de THE HAPPINESS OF THE KATAKURIS.

Si Miike intenta satirizar la institución de la familia, el hecho es que le sale el disparo por la culata. Se podría decir que la ironía de la película es ver a una familia disfuncional unirse y formar una piña a través del esfuerzo colectivo en enterrar los cuerpos de los huéspedes fallecidos en la posada. El director tiene la inmensa habilidad en subvertir géneros como el yakuza (ICHI THE KILLER), pero no estoy seguro si ésta es su intención en THE HAPPINESS OF THE KATAKURIS. La mirada que el bisabuelo, antes de ascender a los cielos, le echa a la pequeña Takakuri, es sobrecogedora, un rasgo poco habitual en el trabajo de Miike; una pequeña sorpresa en una película que, en general, echa en falta cierta inspiración.

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©Joaquín da Silva, 2004