Año:(2004)Director:Hideyuki HirayamaIntérpretes:Tetsuya Watari Kyozo Nagatsuka Miho Sugano Ren Osugi Mitsuru Fukikoshi Haruhiko Kato Koji Kikkawa Takuro Tatsumi |
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Se ha comentado varias veces que la novela en dos tomos de la escritora Kaoru Takamura (inspirada a su vez en el famoso caso, todavía sin resolver, ocurrido en 1994 en el que el presidente de la compañía Morinaga-Glico fue secuestrado y cajas de dulces conteniendo cianuro fueron repartidas en varios establecimientos a lo largo y ancho del país) era casi imposible de llevar a la gran pantalla. LADY JOKER es un magnífico intento para comprimir las casi 900 páginas de los dos tomos en dos horas de duración. No obstante las limitaciones del metraje han impedido al director Hideyuki Hirayama exprimir al máximo el enorme potencial de este interesantísimo material. Hirayama malgasta metraje en dos persecuciones policiales durante dos intentos por parte de los secuestradores por recoger el dinero del rescate, insertados quizás para compensar y al mismo tiempo animar, un poco el drama social con el que Lady Joker predomina. Como consecuencia varios personajes y diversas tramas en la historia no llegan a desarrollarse adecuadamente. La inclusión de estas escenas sin embargo ponen en evidencia la incompetencia de la policía, sus trifulcas internas entre miembros del cuerpo local y agentes nacionales (tema éste que recuerda a MARKS NO YAMA [Yoichi Sai, 1995 ] también basada en una novela de Kaoru Takamura) y la falta de responsabilidad por el fracaso de las operaciones. En Lady Joker tenemos al joven agente Juichiro Goda (Satoshi Tokushige, calzando zapatillas blancas como el personaje principal que intepreta Kiichi Nakai en MARKS NO YAMA), previamente un agente nacional pero ahora trabajando para una comisaría de policía local, quien sirve de guardaspaldas a Kyosuke Shiroyama y finalmente como cabeza de turco cuando las operaciones se van a pique.
El filme presenta tres grupos sociales: El de los disatisfechos y desposeídos, el de la policía y el empresarial, estos dos últimos con más lazos en común de lo que pudiera parecer a primera vista. El primer grupo es obviamente el representado por los secuestradores. La ironía es que a excepción de Katsumi Ko, el banquero de origen norcoreano, el resto de los miembros no parecen tener ningún tipo de interés especial por el dinero del rescate. Los motivos de su participación en el secuestro, con la excepción de Monoi, no son del todo claros. El caso más intrigante es el de Matsudo cuando comenta como el secuestro ha sido una experiencia positiva en la que ha podido dar de comer, beber y ayudar a orinar al presidente de una compañía. La contribución de los otros miembros se puede considerar como un acto de vengaza contra las injusticias sociales todavía vigentes en el país, un acto de rebelión por parte de aquellos que no han podido disfrutar de los beneficios que aporta el país con la segunda economía más poderosa del mundo, un país en el cual los círculos más conservadores intentan perpetuar el mito de que en Japón todo el mundo pertenece a la clase media. Así Junichi Nunokawa está harto de todo y se siente como un perdedor, como su vida ha sido un completo fracaso. A pesar de que le gusta su trabajo Shuhei Handa no puede aceptar la estructura tan rígida del cuerpo policial y su exclusividad que impide que aquellos que no hayan estudiado en una universidad de prestigio no puedan acceder a los puestos de más responsabilidad dentro del cuerpo.
Con respecto a los otros dos grupos descubrimos como para mantener la reputación de ambas instituciones es necesario que alguien se convierta en cabeza de turco, que alguien pague el pato con una resignación o incluso con su propia vida. Ambas instituciones intentan a toda costa mantener su status quo y cierran las puertas a aquellos que no pertenezcan a su círculo privilegiado. No obstante las relaciones entre estos dos grupos son más bien complicadas. Por una lado la compañía está lejos de tener las manos limpias habiendo tenido anteriormente problemas con los yazuka a los que pagó una importante cantidad de dinero sin el conocimiento de la policía. Kyosuke Shiroyama oculta información y se muestra poco cooperativo para proteger la reputación de su sobrina y posiblemente porque tampoco se fia demasiado de los agentes de la ley.
Hirayama mantiene un estilo formal simple quizás para no confundir aún más a la audiencia por el elevado número de personajes que aparecen en el film y los diferentes plots en los que se bifurca la historia. Su visión de Japón es pesimista, su crítica social aguda, algo que brilla por su ausencia en el cine japonés contemporáneo, su empleo de los actores, quienes dan una auténtica lección de interpretación, es magistral. Mi impresión final sin embargo es que los miembros del grupo Lady Joker agonizaban por un mayor tiempo en pantalla, por una historia mayor que compesara por la mala fortuna de sus vidas. Uno queda con ganas por conocer más sobre ellos, que la patronal y el cuerpo de policía, sean de donde fueren, están corruptos, tampoco es nada nuevo, ¿o sí?.