Inicio ¦ Editorial ¦ Cine Japonés ¦ Cine Asiático ¦ Noticias ¦ News ¦ Cronología¦ Festivales ¦ Artículos ¦ Glosario ¦ Enlaces

Red Lion

Título original:
Akage
Año:
(1969)
Director:
Kihachi Okamoto
Intérpretes:
Toshiro Mifune
Shima Iwashita
No Terada
Etsushi Takahashi
Yuko Mochizuki
Takahiro Tamura
Yunosuke Ito
Shigeru Koyama
Tokue Hanazawa
Nobuko Otowa

Es el año 1868 y del cielo empiezan a caer amuletos de papel bendecidos por templos. La gente, creyendo que ésto es una señal de los dioses anunciando la renovación del mundo, salta a la calle y se pone a bailar y cantar Eijanaka, Eijanaka (algo así como que más da, aunque yo prefiero el más popular no pasa nada) por todo Japón. En febrero del año siguiente, las tropas del ejército imperial marchan en dirección a Edo para derrocar al Shogunato. Entre estas tropas se encuentra la división Tosan, la más cercana a la capital, liderada por el general Tomosada Iwakura. El destacamento Sekiho, bajo el comando de Sozo Sagara (Takahiro Tamura), es el encargado de abrir el camino y tratar de ganarse la confianza del campesinado para mitigar cualquier tipo de resistencia ante la llegada de las tropas. Para ello prometen que el nuevo régimen monárquico reducirá los impuestos agrarios a la mitad. Uno de los soldados del destacamente, Gonzo (Toshiro Mifune), le informa a su superior que su pueblo Swando, no se encuentra muy lejos. Gonzo es enviado a su pueblo natal en una misión de reconocimiento y, para tener garantías de éxito, le pide prestado a su comandante la melena roja que distingue a los miembros de la fuerza imperial para impresionar a sus paisanos.

Gonzo no es el clásico héroe. De hecho no es demasiado espabilidado, algo que su madre (Nobuko Otowa) y los vecinos del pueblo achacan a la caída de lo alto de un ébano que sufrió de pequeño, tartamudea y no sabe leer. En el pueblo, Gonzo se ve las caras de nuevo con el jefe de policía Komatora (Tokue Hanazawa), quien obliga a prostituir a las mujeres cuyas familias no pueden pagar los impuestos, y con el prestamista Kysoya, ambos compinchados con el magistrado Kumio Kintayo. Para mantener el orden se hacen con los servicios de un yojimbo (guardaespaldas) nihilista llamado Hanzo (Etsushi Takahashi).

RED LION está dirigida por Kihachi Okamoto, para muchos uno de los maestros del cine japonés quien a sus ochenta años todavía sigue en activo. Su último trabajo hasta el momento ha sido VENGEANCE FOR SALE, también titulada VENGEANCE IS SUCH A GREAT BUSINESS (Sukedachiya Sukeroku, 2001). Okamoto es sobre todo conocido por sus dos chambaras SAMURAI ASSASSIN [1965] y SWORD OF DOOM [1966] de temática violenta y pesimista. La carrera de Okamoto está ligada a la productora Toho a la que se uniá en 1943 trabajando como asistente de director. No obstante, Okamoto también ha trabajado en proyectos mucho más personales, producidos por él mismo, como los sorprendentes NIKUDAN (La Bala Humana, 1968) y TOKKAN [1975], como resultado de su trágica experiencia personal durante la guerra. La carrera de Okamoto me recuerda un poco a la de Kinji Fukasaku cuyo trabajo más personal, querido y con el que había quedado más satisfecho había sido UNDER THE FLAG OF THE RISING SUN. Como curiosidad también merece la pena señalar que el levantamiento popular de Eijanakai, que a mi entender constituye uno de los momentos más interesantes de la historia de Japón, fue más tarde llevado a la pantalla, de forma magistral y con una descripción histórica más detallada, por otro maestro del cine japonés, Shohei Imamura.

RED LION comienza como una comedia que gradualmente se va transformando en un drama de crítica social y sueños rotos, con un final más que trágico. En contraste con el optimismo de Gonzo para cambiar la situación de los campesinos, nos encontramos con el personaje de Hanzo quien confiesa a Gonzo que el único cambio que se produciráa del shogunato al régimen imperial será la flor en la insignia oficial.

Algunos han intentado buscar silimitudes entre el trágico desarrollo de la historia con los acontecimientos de la guerra de Vietnam que se estaba librando en aquellos momentos. Si bien hay ciertas conexiones con acontecimientos contemporáneos, ésta hay buscarlas en la historia moderna del mismo Japón. Una historia de tremendas decepciones políticas y sociales y pocos cambios en la balanza del poder. RED LION trata sobre las promesas rotas por la restauración Meiji. Tras el periodo de militarización de los años 30 y el posterior conflicto militar en Asia y el Pacífico, el final de la guerra y el aparente cambio al sistema democrático vio al emperador conservar su puesto por el temor americano de un inminente caos social en el país ante la amenaza comunista. No sólo eso sino que muchos miembros del gobierno durante la guerra fueron absueltos de cualquier responsabilidad y posteriormente ocuparon puestos en el nuevo gobierno de la posguerra. El contexto social en el que RED LION se realizó se pueden citar varios episodios históricos como la derrota de las manifestaciones AMPO en contra de la renovación del tratado de seguridad nipo-americano entre 1959 y 1960 y el fracaso de las manifestaciones pacifistas de finales de los sesenta. En 1968 estudiantes y vecinos alrededor de Sanrizuka comenzaban su protesta en oposición a la construcción del aeropuerto internacional de Narita (Tokio), filmada por Shinsuke Ogawa.

Toshiro Mifune domina por completo la pantalla (no en vano RED LION fue financiada por Mifune Productions) con una buena interpretación que aún así no fue del todo de mi gusto. La comedia ha envejecido mal y a Mifune se le notan demasiado las arrugas para interpretar a un personaje de veinte y tantos años con una esposa incluso más joven, Tomi (Shima Iwashita). Esta irregularidad se ve compensada por un elenco de actores que bordan sus papeles. En general, Okamoto controla la acción en todo momento con un paso acelerado y sobre todo demuestra una habilidad magistral en su manejo de las escenas de multitudes. La música de Masaru Satoh presta a estas escenas una calidad trágica añadida y la marcha militar de pícolos y tambores que acompaña a las fuerzas imperiales en su imparable avance hacia Edo primero producen una sensación de esperanza pero que, a medida que transcurre la historia, se transforma en una de inevitabilidad de la derrota campesina. Muy emocionante también es el subplot entre Hanzo y su mujer Oyo (la maravillosa Jitsuko Yoshimura), involucrada en un plan para asesinar al general de las fuerzas imperiales. Hanzo decide tomar parte en la lucha sólo para salvar a Oyo, cercada en una posada a la entrada del pueblo.

Volver al inicio de la página
©Joaquín da Silva, 2004