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Satorare

(También conocida como Satorare: Tribute to a Sad Genius o Transparent)


Año:
(2001)
Director:
Katsuyuki Motohiro
Intérpretes:
Masanobu Ando
Kyoka Suzuki
Rina Uchiyama
Yutaka Matsushige
Kaoru Yachigusa
Akira Terao

Satorare nos presenta con la historia de un joven muy especial, Kenichi Satomi (Masanobu Ando, Kirayama en BATTLE ROYALE). Kenichi es uno de los siete satorares que existen en Japón. Los satorares poseen un IQ de 195 y son capaces de transmitir sus pensamientos a todo el mundo que se encuentre en un radio de 10 metros. Si estos pensamientos acarrean una cualidad emocional muy fuerte pueden llegar a transmitirse incluso más lejos. Los satorares son considerados tesoros nacionales, en la misma manera que los actores de kabuki, artesanos de cerámica o maestros de arte floral (ikebana), y por lo tanto el gobierno japonés dispone de una sección especial que se dedica al cuidado y protección de éstos ya que tienden a mostrarse mentalmente inestables e incluso a suicidarse una vez que descubren que todo el mundo puede escuchar sus pensamientos.

Kenichi vive con su abuela (Kaoru Yachigusa) y se encuentra haciendo páacticas en un hospital para convertirse en cirujano, una idea que no comparte el departamento de protección de satorares. El departmento quiere que se dedique a la investigación científica (Kenichi ha conseguido elaborar un spray muy eficaz para el tratamiento del pie de atleta) y asigna a la psiquiatra Yoko Komatsu (Kyoka Suzuki, KEIHO) para que investigue por qué Kenichi quiere convertirse en cirujano y tratar de convencerlo para que cambie de opinión.

Katsuyuki Motohiro, realizador de SATORARE, se ha convertido en uno de los directores con más éxito del momento en la industria cinematográfica japonesa. Títulos como la serie de televisión ODORU DAISOSASEN (título en inglés Bayside Shakedown), un bombazo que motivó la realización de una versión para la gran pantalla, cuya secuela (ver noticias 01/09/2003 y 25/07/2003) ha sido estrenada recientemente y la cual ya obtenido un éxito absoluto en la taquilla local, avalan una trayectoria cinematográfica que incluye otros trabajos como SPACE TRAVELLERS: THE MOVIE, como director, o WHITEOUT, como productor. Tal fue el éxito de SATORARE que su historia, la cual está basada originalmente en un manga de Makoto Sato, se ha adaptado para una serie de televisión. SATORARE tiene todos los ingredientes para atraer a una audiencia numerosa. Esto no quiere decir que sea una obra maestra o incluso que sea un buen film.

Katsuyuki Motohiro ha admitido en varias ocasiones que no tiene ningún problema con el lado más comercial de la producción de largometrajes. La compañía de coches Mazda financió en parte la producción de SATORARE, en la que aparece su nuevo modelo Tribute. La palabra Tribute, de hecho, fue añadida al título completo de la cinta para promocionar el coche. Sin embargo, en manos de un director más arriesgado, SATORARE podría haber dado excelentes resultados dada su interesante premisa inicial. Conocidos por muchos es la característica de la sociedad japonesa en no expresar abiertamente ideas, opiniones o sentimientos propios. La inescrutable personalidad del japonés y su cultura es uno de sus estereotipos más comentados. En el caso de SATORARE, al pobre Kenichi le pasa exactamente lo contrario, ya que es incapaz de ocultar cualquier tipo de pensamiento u opinión. De esta manera, a la hora de comer, todo el mundo espera antes de pedir algo, la opinión de Kenichi sobre el menú del día de la cafetería del hospital. Si le gusta una chica, todos en el hospital saben lo que él está pensando sobre ella. No os preocupéis, SATORARE es una película muy sana, y el chico muy inocente y tímido, que no se detiene a recocijarse en pensamientos no aptos para una audiencia juvenil.

Con este cualidad en mostrar abiertamente, pero inconscientemente, sus opiniones, Kenichi es un marginado e incluso podría haber llegado a ser un rebelde. De todos modos, Kenichi se transforma en héroe accidental. Su honesta opinión es respetada por unos pacientes acostumbrados a seguir ciegamente y sin rechistar las órdenes del doctor o sensei, doctor que hasta hace poco no se cortaba un pelo en ocultar al paciente cualquier tipo de información como por ejemplo si el paciente era diagnosticado con cáncer. No obstante, lo que podría haber sido un trabajo relevante se convierte en una historia sin sorpresas y con situaciones cómicas poco originales. La comedia es blanda y pueril, demasiado acaramelada, el drama facilón y sentimental hasta la náusea. Motohiro ha confesado que hacer reír y llorar y ser energético son los tres elementos que componen una película entretenida. Para alcanzar este propósito el director abusa de una banda sonora super dramática y a tal volumen que hay momentos en los que se no se puede escuchar el diálogo, y del melodrama más sensiblero uno se queda harto de tantas veces que el protagonista pronuncia la palabra obasan (abuela) en una de las escenas finales. SATORARE es como una canción pop, con todos los ingredientes adecuados para entretener pero desechable tan pronto como se encienden las luces del cine.

La previsible pero problemática historia de amor entre Kenichi y Yoko, mucho más mayor que él, se abandona por el amor materno (en este caso de la abuela), mucho más puro y políticamente correcto, que nos recuerda a muchas películas clásicas japonesas donde este tipo de amor tiene más valor que el amor entre una pareja. SATORARE no hace uso de ningún tipo de efecto especial alucinante. Su estilo, exceptuando la primera escena que podría haber sido sacada de APOCALYPSE NOW, es bastante pedestre. Bastante molesto y repetitivo son los continuos trackings frontales y circulares que pretenden incrementar la tensión en ciertas escenas, pero que sólo funcionan como trucos baratos.

El contenido filosófico de SATORARE es simplista. Con todas sus ventajas, Kenichi es un genio triste, solitario y marginado. El director no derrocha esfuerzos en conseguir que la audiencia se identifique y compadezca de la situación del personaje principal. La elección del ídolo juvenil Masanobu Ando para interpretar a Kenichi es del todo acertada. Ando tiene esa imagen de guaperas vulnerable que tanto gusta a las chiquillas japonesas. También tiene esa voz suave, de niño inocente perdido en la gran ciudad, cuando cuestiona por qué la gente se comporta de esta o aquella manera. Su trauma es un trauma que compartimos todos, un trauma mucho más importante que el que padece diariamente otra mucha gente. Es un trauma diferente porque es un genio, un genio triste. Yo sólo me compadezco de la actriz de talento Kyoka Suzuki.

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©Joaquín da Silva, 2002