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Kuusou no Mori



(2008)
Título inglés:
Smell of Sunshine
Director:
Yoko Tashiro
Intérpretes:
Satomi Yamada
Kenichi Yamada
Akari Yamada
Yoshio Miyashita
Fumiyo Miyashita
Keisuke Yamada

"Para empezar quiero asegurarme de que tengamos mucha comida y sentirnos felices a pesar de la falta de dinero."

(Kenichi Yamada)

"Aunque no tenemos ahorros tenemos cantidad de leña"

(Kenichi Yamada)

"...enriquecer tu vida no con dinero pero con el sabor de tus propias verduras..."

(Yoko Tashiro)

Mi relación con KUUSOU NO MORI (SMELL OF SUNSHINE en inglés) y su directora Yoko Tashiro se remonta a septiembre del año pasado cuando el documental era presentado en el Aichi International Women's Film Festival, en mi opinión su propuesta más interesante de todos los largometrajes exhibidos allí. En aquella ocasión no tuve la oportunidad de verlo ya que, para sorpresa de la propia directora, las entradas se habían agotado. No obstante, durante la ceremonia de clausura tuve la suerte de poder charlar con Yoko Tashiro, quien me que comentó que regresaría en enero de este año a Nagoya para exhibir SMELL OF SUNSHINE en el Cinema Skhole. No falté a la cita, y tras la proyección, continuamos charlando en un restaurante de comida biológica en el centro de la capital de Aichi.

Para empezar, lo que más me llamó la atención del documental, atracción que quizás difiera de los motivos por los que otros espectadores asisten a sus proyecciones, fue la historia de un grupo de agricultores, granjeros y residentes de la zona de Shintoku en el centro de Hokkaido quienes desde 1996 organizan un festival de cine cada año en una antigua escuela de primaria. La isla de Hokkaido es famosa, entre muchas cosas, por su riqueza natural, gastronómica y folclórica y sus veranos templados, lo que la convierte en destino perfecto de veraneo para huir del bochorno agobiante de julio y agosto al que se ve sometido el resto del país. Por otro lado, sus inviernos crudos de nevadas antológicas la convierten en el único lugar de Japón donde los edificios cuentan con calefacción central. Tashiro describe esta dicotomía climática de manera magistral en sus primeras escenas. En coche viajamos por una carretera flanqueada por esqueletos de árboles canosos y contemplamos el paisaje blanco, desolado, con furgonetas enterradas en la nieve bajo una cúpula grisácea. De aquí pasamos a la misma carretera donde ya se pueden percibir tramos de asfalto y la línea discontinua dibujada en él. El viaje llega a su punto final: la escuela cuyo tejado separado simétricamente por el rojo de las tejas y el blanco de una capa de nieve. Haciendo guardia delante de la escuela se encuentra el roble que sirve de símbolo para el festival. Tomas de la preparación del festival dan paso a un plano general de la escuela rodeada por un manto verdoso y recibiendo la sombra del roble ya en todo su esplendor bajo una cúpula, esta vez azul.

Su colaboración en el Kuusou no Mori Film Festival representó el descubrimiento de Tashiro, por aquel entonces poco interesada en el cine, del cine documental. Este evento también la acercó a la gente que lo organiza, la misma gente que trabaja el campo cultivando productos de la más alta calidad usando métodos biológicos. De este encuentro surgió la idea de filmar la vida diaria de estos campesinos tan peculiares. La sensación de saborear verduras por primera en su vida y la satisfacción que esto produjo fue otro elemento motivador en su empeño por finalizar el documental sobre las personas que producen estos alimentos. En la introducción de su documental, Tashiro confiesa que tras comer estas verduras tan deliciosas se dio de cuenta de lo que comes te da fuerza. El rodaje no fue un camino de rosas. En 2003 y, con una pequeña ayuda económica del propio festival de cine, comenzó a rodar con una cámara de 16mm. Tras un año, Tashiro ya tenía 10,000 pies de celuloide, los cuales al final resultaron inservibles. Reanudó el rodaje, esta vez en vídeo, en enero del 2005 hasta febrero del 2006. Tras un año de convalecencia, se puso de nuevo manos a la obra para completar el montaje del documental que se lograría en marzo del 2008.

Satomi Yamada es uno de los motivos por los que la directora inició el rodaje y por ello es la primera persona en ser presentada en el documental. Satomi es uno de los miembros que forman el colectivo Shintoku Kyoudou Gakusha, o simplemente Gakusha, una granja compuesta de 50 miembros creada por Nozomu Miyajima en 1978 para gente con discapacidades físicas o mentales. Gakusha es básicamente una comuna donde sus miembros han construido los establos y el comedor y donde producen queso, crían ganado y venden sus productos de manera independiente. Satomi se dedica al cultivo de verduras y legumbras con la ayuda de personas discapacitadas a las que enseña las labores del campo. Satomi está casada con Kenichi, quien trabaja en la granja lechera Hokkou, y los dos son padres de una niña ahora de 6 años, Akari.

El segundo personaje que se nos presenta es Yoshio Miyashita quien es propietario de una granja cercana a la escuela. Fue miembro del primer festival organizado en Shintoku y, aunque no pertenece a la comuna, mantiene una estrecha relación con ella. Casado con Fumiyo, la pareja es, en mi opinión, el alma del documental, la personificación del trabajador íntegro, sencillo y honrado. A ella se les debe algunas de las escenas más alentadoras y entrañables del documental. En una de éstas la pareja se encuentra comiendo y viendo la televisión en la que aparece el ex-primer ministro Koizumi en rueda de prensa. De repente y sin previo aviso, Yoshio se levanta de su asiento y apaga el aparato. Su mujer, mientras tanto, sin prestar demasiada importancia a lo sucedido, simplemente comenta lo rica que está la calabaza. Hay pocos momentos, por no decir casi ninguno, en los que los protagonistas expresen sus ansiedades políticas o tan siquiera hagan comentarios de carácter social y por ello esta escena tiene un valor especial para conocer mejor a los protagonistas. La naturalidad y espontaneidad de los Miyashita delante de la cámara no fue fácil de adquirir. En una primera instancia eran reacios a filmar dentro de su hogar, simplemente por la vergüenza que les daba el mostrar su casa ante las cámaras.

Un dato importante sobre estos protagonistas es que todos proceden de los más diversos puntos del país. Satomi, por ejemplo, es natural de Osaka y tras estudiar y trabajar en Tokio visitó Gakusha donde ya lleva casi 15 años. Su marido Kenichi es de Kanagawa si bien realizó su estudios de agricultura en Hokkaido para luego trabajar durante 3 años en Gakusha, lugar que abandonó momentáneamente para regresar más tarde y casarse con Satomi. Por su parte, Yoshio fue criado en Kioto. Llegó a Shintoku en 1978 para cultivar verduras cuando tenía alrededor de 25. Por su parte, Fumiyo es natural de Hyogo. La decisión de todos en optar por una vida rural, el logro de un nivel alto de autosubsistencia y la apreciación y disfrute de una vida sin las constricciones aparentes por la falta de dinero son, bajo mi punto de vista, algunas de las razones que han atraído a mucha gente a las proyecciones de SMELL OF SUNSHINE. A esto también habría que sumar el reciente boom de la llamada slow life y el interés de mucha gente por el consumo de productos naturales, como consecuencia de los escándalos recientes de comida contaminada, el más famoso el caso de productos congelados hechos en China.

La atracción de estos personajes también tiene otro tipo de ramificaciones ya que no estamos ante los clásicos granjeros y ganaderos. La creación del festival de cine es un hecho que los desmarca de la imagen del campesino inculto, cerrado y conservador. Satomi, Kenichi y otros miembros de Gakusha tocan en un banda. Ellos mismos compusieron la música que constituye la banda sonora de SMELL OF SUNSHINE. Su estilo de vida dentro de la casa podría calificarse de urbanita sino fuera por el hecho de que alrededor de la vivienda sólo hay campo y más campo y poco más. De hecho no hay autobuses que lleguen hasta esta zona. En una escena, Kenichi comienza sus tareas en la granja lechera a las cuatro del mañana. Finalizadas éstas regresa a casa para el desayuno, un desayuno cuya calidad envidiable Tashiro no pasa por alto. Aquí vemos a Satomi cortando tranquilamente unas hogazas de pan casero, Kenichi de la misma forma relajada preparando el café, vistiendo camiseta corta aun cuando se encuentran en pleno invierno. Mientras tanto, como música de fondo podemos escuchar un poco de lounge jazz. Y a la vez que vemos esto seguro que no soy el único que se pregunta ¿cuánta gente en este país puede tener un comienzo de día tan apacible? Pocos, y muchos ni siquiera tienen tiempo para desayunar.

La romantización del mundo rural sería un sendero fácil a seguir, así como la idealización de una vida comunal donde miembros conviven en perfecta simbiosis sería una perfecta trampa en la que caer. Mientras que los Miyashita, ya pasados los cincuenta, se les ven satisfechos con el nivel de vida, sin lujos pero autosuficiente, que han alcanzado, los Yamada son un pozo de dudas con respecto a su futuro. Satomi admite que solo ha sido hasta ese último año que se ha encontrado cómoda finalmente en el seno de Gakusha. Por qué no lo había estado antes es algo que no sale a relucir claramente. Los motivos quizás sean externos ya que Satomi, durante un momento de autoreflexión, parece sugerir un deseo por romper, en el sentido positivo de la palabra, con la influencia de su madre que la instó a estudiar en el peculiar colegio de bachillerato Jiyugakuen de Tokio y visitar Gakusha cuando tenía sobre 25 años. Por su parte, Kenichi tiene planes para su familia de vivir y trabajar independientemente, abrir un restaurante y servir allí lo que ellos mismo producen.

SMELL OF SUNSHINE, si bien lejos de ser perfecto, tiene toda la pasión de un primer trabajo que sale directamente del corazón, o si no como se explica que Yoko Tashiro haya pasado los últimos 6 años trabajando en él, y ahora recorriendo todo el país para presentarlo en proyecciones independientes, tema del que hablaré muy próximamente. Tashiro, sin embargo, en su afán por relatar el fantástico trabajo que se realiza en Gakusha y rellenar las biografías de los protagonistas abusa, en mi opinión, de la narración en voice over y los subtítulos, dándole a SMELL OF SUNSHINE un tono demasiado didáctico. La belleza del documental recae principalmente en escenas donde los protagonistas airean sus opiniones o discuten mientras trabajan, en escenas donde la producción del queso, la siembra en el campo o el festival de cine transcurren ininterrumpidas por la voz de la directora o los subtítulos. Lo ideal hubiera sido dar más voz a los propios protagonistas para explicar lo que hacen, por qué lo hacen y por qué están allí. Quizás la respuesta a esta falta de instropección estea en la conversación que mantuvimos en un restaurante. Tashiro habló de la reticiencia de muchos de los miembros de Gakusha en ser filmados, incluso después de haber convivido con ellos durante varios años. Éstos se preguntaban cuál era el propósito de hacer este documental, o mejor dicho, qué interés podría suscitar un documental sobre sus vidas.

SMELL OF SUNSHINE explora un mundo que hasta ahora había quedado reducido a una pequeña porción de la población de la tercera edad japonesa. El efecto eco y slow life ha hecho que el mundo rural se haya puesto un poco de moda recientemente y de hecho SMELL OF SUNSHINE no es el único documental que gira en torno a este tema. Así INOCHI TAGAYASU HITOBITO de Masaki Haramura se centra en un grupo de agricultores ecólogicos de la región de Yamagata. Como los miembros de Gakusha han demostrado la producción agrícola también puede dar dinero. El queso que producen allí es la mayor fuente de ingresos de la comuna y el esfuerzo puesto en su producción y el logro de una alta calidad han sido recompensados con una Appellation d'origine contrôlée (AOC), el equivalente francés de la denominación de origen en España

Página oficial de SMELL OF SUNSHINE y diario blog de su directora Yoko Tashiro
Página oficial de KUUSOU NO MORI FILM FESTIVAL

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©Joaquín da Silva
Fecha de Publicación: 27/04/2009